Por Sergio Augusto
Vistrain
La que aparece como título de esta reflexión es frase de una
de tantas personas afectadas por la poliomielitis que se acercan a la
Organización Mexicana para el Conocimiento de los Efectos Tardíos de la Polio,
A. C. (
OMCETPAC), en busca de alguna orientación sobre sus dolencias.
Y es que “el dolor […] es uno de los síntomas más
invalidantes que puede padecer el ser humano” dice el Dr. Sergio Guillermo
Bautista
.
Hasta el momento de escribir estas líneas, no conozco la
naturaleza del dolor de dicho paciente, pero, por lo que dice, el que le aqueja
debe ser nada menos que infame.
Y así de infame suele ser el dolor de muchas de las personas
que hace algunos años fueron afectadas por la poliomielitis.
Dolores así de invalidantes, así de infames, por cierto,
según lo que he leído, según lo reportado por quienes respondieron la Primera
Encuesta Iberoamericana sobre las Condiciones de las Personas Afectadas por la
Poliomielitis y según mi experiencia personal, suelen estar ahí, tanto en
quienes no están padeciendo, como, por supuesto, quienes sí padecen claramente
el Síndrome Post-Polio (SPP).
Es decir, si bien el dolor es uno de los síntomas que
denotan la presencia de dicho síndrome, lo cierto es que también suele
acompañar la vida de quienes, habiendo sido víctimas de la polio, no padecen el
SPP, y suele fastidiar su calidad de vida, tanto, o más que si lo estuvieran
padeciendo, nada menos que al grado de sentirse literalmente invalidados para
sentirse útiles y valiosos para sus seres queridos.
No por nada “dolor” y “pena” llegan a ser sinónimos, pues
llega a ser verdaderamente penosa la vida de quien padece el dolor.